04 diciembre, 2011

Yo no podría sobrevivir a una guerra


‘Es bueno tener algo de oro para venderlo cuando se necesite…’, ‘Deberías de sacar el pasaporte mexicano, uno nunca sabe cuando se necesitará (salir del país / del continente)…'

Estas son algunas de las frases que he escuchado decir a la abuela italiana de Laurent, mi esposo. Es parte de su ideología, influenciada por haber vivido la segunda guerra mundial, en un país como Italia.

Algunas de sus frases, alguna vez me han hecho recordar al personaje de Vladek Spiegelman del cómic llamado ‘Maus, Relato de un superviviente’, que habla del horror del holocausto nazi. No es que la abuela Renata haya ido a los campos de concentración, es que ese periodo histórico, marcó su forma de vivir. Creo que a cualquiera lo marcaría haber vivido en una ciudad en donde hubo bombardeos y en donde la comida o la electricidad eran limitadas, como Milán, en donde la abuela y su familia habitaban en ese entonces.

Por ejemplo, en la familia de mi esposo ‘el plato de comida siempre se termina, uno nunca sabe cuándo volverá a comer’ – eso pensaban no sólo durante la guerra y recién acabada la guerra, también lo piensan ahora (a pesar de que el refrigerador siempre está lleno). Nada se desperdicia, y si sobra algo, se guarda. El dinero se ahorra (o se invierte en monedas de oro, como hizo la abuela) porque nunca se sabe...

Alguna vez, cuando yo no he acabado mi plato, Laurent me ha dicho ‘tú no podrías sobrevivir en una guerra’. Por eso ya opto por servirme porciones pequeñas. Si tengo más hambre, me sirvo más. Si me sacio con eso, ya no escucharé sobre mi incapacidad para sobrevivir a una ofensiva o a una catástrofe.

El abuelo italiano Luigi, de Turín, por el hecho de ser médico, no fue soldado durante la guerra y tenía el derecho a un rango más alto. El abuelo Gigi, como le dicen de cariño, tenía que ir a luchar teniendo bajo su mando algunos soldados pero él no tenía ningún deseo de ir a la guerra. Se inyectó una sustancia para enfermarse gravemente cuando los alemanes llegaron a su casa para verificar si podía ir al frente. Como él estaba muy enfermo, no pudieron mandarlo. Cuando los alemanes regresaron para ver cómo seguía, el abuelo ya no estaba, había huido. Se dedicó a ayudar a la resistencia escribiendo mensajes, ya que en esa época, casi ningún italiano sabía leer o escribir donde él se refugió: en un pueblo lejano en las montañas.

Después de la guerra, a finales de los años 40s, los abuelos se casaron y, obviamente, las vivencias que padecieron durante la guerra, marcaron también a los hijos que el abuelo Gigi y su esposa tuvieron durante los 50s. Obviamente, estos hijos (entre ellos la mamá de Laurent), educaron a sus hijos influenciados por esta filosofía de vida (en ellos, mi esposo).

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