11 febrero, 2011

Nostalgia


Estas emocionado de ver a tu familia y amigos de nuevo. Te pones más ansioso cuando ves que estas a nada de aterrizar en tu país. La Ciudad de México, además, en ese momento te regala una maravillosa vista de bienvenida: un inmenso mar de luces que aprecias desde la ventanilla. Las arterias como Periférico o Insurgentes se ven iluminadas y colapsadas.

Cuando bajas del avión y lees todos los señalamientos en español, recuerdas que todo en México es mas fácil para ti, al menos, desde el punto de vista que es parte de tu zona de confort: tu familia, tus viejos amigos, tu idioma, el lugar donde creciste, la comida que comiste de niño, el incomparable humor mexicano, etc.

Cuando pasas muchos meses sin ver tu familia (que va por ti al aeropuerto) es inevitable notar que les creció el cabello o que bajaron un par de kilos. Los cambios son más perceptibles si dejas de ver a las personas durante largos periodos.

Los amigos o familia que están allá te dicen “que increíble que estés allá en ‘cualquier ciudad de un país desarrollado’, debe de ser muy diferente” (el diferente es igual a ‘mejor’ en este caso). Tu respondes “mmm… tiene sus ventajas…” porque sabes perfectamente que puede ser más seguro, más ordenado o menos pobre pero nunca tendrá lo mas importante que es tu familia.

Cuando se está lejos de tu país por años, el ser ‘mexicano’ adquiere otro significado. Desde fuera tu tierra se ve diferente y adquiere un encanto que te llena de orgullo. Te vuelves un ‘promotor de turismo de tu país en el extranjero’ sin proponértelo: hablas de su maravillosa y artesanal comida, de sus lugares mágicos, de su clima soleado, de su cálida gente, de su historia. Y detalles tan simples como tener una banderita de tu país en tu recamara es vital para sentir que tienes un pedacito de tu tierra contigo, que sigues ahí de alguna manera.

¿Vale la pena? Depende de cuáles son tus sueños y prioridades. Si quieres vivir en un lugar en donde puedas caminar sin temor, donde sea más probable que te contraten por tus capacidades que por tus ‘contactos’, donde recibas ayudas si te quedas sin empleo o si tienes un bebé, donde tu salario sea en una moneda que te permita viajar mas fácilmente a cualquier país porque el tipo de cambio no será aterrador, donde la mayoría de las reglas y leyes se respeten, donde sea mas fácil ahorrar un poco de dinero si tienes educación porque posiblemente tu salario te lo permitirá, donde haya menos machismo, donde la libertad de expresión sea más respetada, donde no se vea tanta diferencia entre las clases sociales, donde los políticos no roben de forma tan descarada y tan impune, entre otras cosas… entonces sí, si vale la pena pero tiene un muy alto precio…

¿Y cuál es el precio de vivir en ‘cualquier ciudad de un país desarrollado’? Bueno, tiene muchas desventajas como el tener que aprender otro idioma si no lo sabes, como el helado clima, como el que gente de ‘cualquier ciudad de un país desarrollado’ puede ser más fría, como enfrentar racismo (y eso te incluye porque muchas veces eres ‘ciudadano de segunda’), como que se extrañe la verdadera cocina mexicana, etc.

Pero lo mas difícil de todo es la nostalgia, esa que esta ahí presente todo el tiempo. A veces se esconde por días o por semanas pero ahí sigue latente, oportunista. Espera cualquier momento para manifestarse: como el pasar frente a un lugar de ‘burritos’.

Puedes estar caminando por Champs-Élysées’, por Passeig de Gràcia o por ‘Regent Street’, rodeado de cafés encantadores, tiendas lujosas, ‘gente a la moda’ o turistas de todos lados, sin miedo a ser asaltado y con euros o libras en tu cartera… pero tu mente está en casa de tu madre, donde están ella, tu hermana y tu perro, posiblemente comiendo unos ‘tlacoyos o un mole verde’

Los recuerdos te acompañan a todos lados. La ausencia de ellos y la permanente añoranza es el mayor precio.

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