25 noviembre, 2011

Cómo superé mi pánico escénico… hablando en italiano


Estaba TAN nerviosa de dar esa conferencia que me dije: una vez que todo haya pasado, tengo que escribir un post sobre esto. Y aquí está:

Ahí estaba yo delante de todos. No estaba hablando… más bien, tartamudeando. Los asistentes bostezando, mirando el reloj y preguntándose ¿a qué hora acaba esto? Yo, poniéndome cada vez más nerviosa y teniendo que leer mis notas sin improvisar mucho… mezclando mi italiano con palabras en español y en inglés hasta que llega un punto en el que me quedo sin voz y tengo que salir a tomar aire casi llorando…

Así me imaginé que sería mi conferencia.

Empiezo desde el inicio: mi ex jefa en Londres me presentó a Alberta, una profesora de psicología aplicada de la Universidad de Padova, a través de un correo electrónico. Quedamos de vernos. Tomamos un aperitivo, platicamos de lo que yo hacía en mi trabajo en Londres, de Padova, de la Universidad… y me propuso dar una plática sobre métodos de investigación cualitativa online, ya que ella enseña métodos cualitativos también.

Me dijo que sería interesante que los alumnos conocieran acerca de otras aplicaciones más comerciales y que además, eran online (metodología poco desarrollada en Italia aún). Por supuesto que acepté.

Estuve preparándome durante dos semanas y media. Primero hice mi presentación en Power Point en inglés, ya que la información que tengo de mi trabajo en Londres y los términos que conozco sobre el tema, por supuesto, son en ese idioma. Después pasé tres o cuatro días pensando en qué idioma hablar.

¿En inglés? Mmm… difícil, porque para mí, hablar en inglés con italianos simplemente no va. Siempre hablo italiano con italianos. Además, sentía que ya de por si escucharían 50% de mi plática con interés, en otro idioma pondrían aún menos atención ¿Y cuál era el punto de hablar si me iban a ignorar?...

¿En italiano? Mmm… nunca he trabajado en italiano y no me sé los términos en este idioma. Además, si cometía errores gramaticales en italiano se darían cuenta inmediatamente. ¿Me perderían el respeto después de eso?, me preguntaba. Si cometía errores gramaticales en inglés quizá no se darían cuenta.

Al final decidí hacerlo en italiano, aunque significó prepararme aún más. El hecho de tener mi presentación escrita en inglés no ayudaba a explicar el tema en italiano. Pero soy necia y así lo quería hacer: las slides en inglés y la plática en italiano.

Los italianos que conozco me han dicho que mi italiano es muy bueno, pero hablar con italianos en una pizzería o en un bar no es lo mismo que hablar en italiano -en público- en una universidad (ante una audiencia educada).

No podía quedar mal. Pedí consejos a mi hermana que da una clase en la licenciatura de historia en una universidad pública en México. Pedí consejos a mi esposo que ha dado conferencias en inglés y clases en universidades. Para ambos, dar una clase o hablar en público es como platicar con un amigo en el bar. ‘Las personas que te escucharán están ahí para aprender, no te preocupes’ me decían.

Pedí consejo a quien se me pusiera en frente y a quien se dejara. Presenté el tema a mi esposo una vez al día durante una semana… pobrecito. Leí consejos en internet sobre cómo hablar en público que sólo me pusieron más nerviosa porque decían que si no lograba la atención en los primeros tres minutos, me ignorarían el resto de la plática. Entonces ¿Cómo captaba la atención? ¿Les contaba un chiste al inicio? ¡Pero si soy malísima para contarlos!

Un día antes por la noche me preparé una tina súper caliente con mucha espuma. Me metí, traté de relajarme ayudada de un vaso de vino tinto que tomé lentamente. Dormí poco de los nervios. Desperté, me vestí. No demasiado de formal –son estudiantes de psicología, no de diseño de modas, me dije. No demasiado informal, quería proyectar algo de profesionalidad. No pude ni comer porque tenía un nudo en el estómago (eso sí, mi café sí me entró). Y fui a la facultad de psicología caminando. Era un día soleado y pensé que caminar me relajaría.

Llegué media hora antes de la plática. Leí mis notas sentada en una banca afuera de la facultad por centésima vez. Me dirigí a la oficina de Alberta. Platiqué con ella y con Alessio, uno de sus asistentes de doctorado, antes de entrar a la sala en donde seguro, me desmayaría de los nervios (según yo).

El asistente de Alberta de repente me dijo: ‘Tu italiano es muy bueno. De hecho, cuando nos presentaron hace una semana, no me di cuenta que no eras italiana hasta después’… Eso me tranquilizó.

Entramos a la sala. Alberta me presentó ante todos como si les hiciera un gran favor al platicarles mi experiencia mientras yo pensaba: ‘¿Yo? ¿Qué pueden aprender de mí? Espero que no tengan grandes expectativas…’

Preparaba mi laptop y me acomodaba para dar mi plática frente a la clase, esperando que hubiera un sismo o algo que nos sacara de la sala con urgencia. Tuve que empezar a hablar al ver que esa amenaza de bomba falsa no iba a llegar. Al presentarme aclaré –antes que nada- que era mexicana (así me juzgarían menos, ya que no hablaría en mi idioma materno).

Mientras hablaba, pensaba: ‘ellos saben menos que yo sobre el tema… imagina que son tus amigos… ¡No los veas a los ojos!... calma, seguro ellos no hablan español como tú hablas italiano… creo que estoy hablando muy rápido… ¿entenderán lo que digo?... ¿estaré bien peinada?...’

A la mitad de la presentación, me di cuenta que estaban tomando notas sobre lo que decía. De repente empecé a ver manos levantadas… ¡Querían preguntarme cosas! ¡wow!...

Terminé mi presentación… ¡Y vi más manos alzadas! Pensé: ‘¿Qué? ¿En serio no sólo entendieron lo que dije si no que también les interesó? ¿He hablado por más de una hora y quieren saber más? ¡wow!’

Contesté las preguntas tratando de no parecer una sabelotodo y diciendo al final de cada respuesta que daba ‘Espero haber sido clara y haber contestado tu pregunta’. Hasta una chica me pidió que pusiera mi presentación en su USB para consultarla.

Acabó la presentación. La gente comenzó a salir de la sala y sentí que se me quitaban como 50 kilos de los hombros. ¡Lo había logrado!

Alessio me invitó un café al lado de la facultad. Me dijo que le había parecido interesante y me dije a mi misma: ‘Si a un chico de doctorado le pareció interesante, a los demás chicos que estudian la licenciatura o el máster supongo que también’.

Nos despedimos intercambiando correos electrónicos. Caminé de regreso a mi casa FELIZ. La cereza del pastel fue un mensaje que recibí de Alberta dándome las gracias. ¡Lo había logrado!

2 comentarios:

Lina dijo...

Jess tengo la piel de gallina, después de leer tu post. Que orgullosa me siento de ti amiga. Me encanta como escribes y la entrada es genial! Un beso.

Jess dijo...

Hola amiguita! Muchas gracias! =) yo iwal estoy orgullosa de ti, me encanta además las fotos que subes de tu vida en Burgos, como se me antoja ir a verte!!!! espero pueda hacerlo a inicios de prox año! =) cuidate, besos!

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