16 julio, 2010

A normal working day in London


Cuando suena la alarma literalmente brinco de la cama, eso de “5 minutos más” no me la creo, siempre existe el peligro de quedarse dormido. Voy con los ojos medio cerrados a la cocina y me preparo mi propio “caffe latte” porque los £2 que me cuesta en “Caffe Nero” –mi cadena de café favorita en UK-sumarían £40 al mes.


Mi esposo sigue dormido (ventaja de hacer un doctorado y tener tus propios horarios) cuando yo salgo corriendo de casa, buscando en mi bolsa –enorme- mi “oyster card” (la tarjeta para el transporte público en Londres).



Tomo el overground porque, como es nuevo, la gente no sabe exactamente hacia dónde va ni que tan bueno es, así que va vacio en comparación al metro en donde, mas bien, la masa de gente es la que te mueve y donde normalmente pasan 2 o 3 trenes por el andén antes de poder abordar porque hay que hacer la cola para entrar en uno.



Ya en el vagón voy escuchando música alegre –con este clima tan triste escuchar a Radiohead me darían ganas de aventarme a las vías. Salgo en la estación de “Shoreditch High Street” y camino unos 10 minutos hasta mi oficina (al lado de Old Street). La agencia donde trabajo es un espacio abierto en donde todos los escritorios son iguales, como recordando que aquí no hay jerarquías marcadas: nadie tiene secretaria, los directores van de jeans con camisa, se ponen a platicar con quien sea, hacen bromas, te preguntan tu opinión, te proponen hacerte un té...




Aviento mis cosas al escritorio y empiezo bien el día porque me encanta mi lugar: amplio, silla con respaldo alto, una ventana enorme al lado, una laptop bastante decente, internet rápido sin websites bloqueadas, un pequeño cactus y las fotos de quienes extraño en un corcho.



Lo primero que hago es checar mis correos, SIEMPRE tengo nuevos correos. De 9:00 a 10:00 la mitad de la oficina está desayunando cereal o fruta en su lugar o tomando “English breakfast tea”. Pongo mi celular en mudo para no perturbar el ambiente. Todo está muy callado. De repente se escucha un comentario o alguna broma y después se vuelve a quedar en silencio.



Si acabamos de tener sesiones de grupo o fórums –la mayoría online- y estamos a punto de comenzar con el análisis, seguro habrá una junta en donde tendremos una “brainstorm” con los “findings” que cada uno considera importantes. Si no, posiblemente estaré haciendo el análisis del proyecto que tengo en manos y preparando una presentación que trato de que no sea aburrida.



Si tengo dudas con el idioma, checo la gramática y el vocabulario en Internet – no me puedo dar el lujo de escribir o redactar como una persona que tiene como segundo idioma el inglés. Debo de escribir como cualquier británico con educación universitaria haría en esta empresa. Muchos de los reportes que escribo van directo a cliente y, normalmente, los clientes son empresas transnacionales - no les puedes decir “es que lo escribió un extranjero…”.



A veces llega alguien de cuantitativo a pedirme que traduzca una encuesta que va para España y, por algunos minutos, puedo trabajar en mi idioma.



Aquí hago un paréntesis para decir que en Londres -en mi oficina- no fui novedad en ningún momento como en otros países lo he sido. Escucharon mi acento –no saben de dónde- y vieron que soy medio exótica pero nadie me preguntó nada sobre mi cuando comencé mi trabajo en esta empresa. Con el pretexto del mundial, se organizaron algunas salidas a los pubs para ver los partidos y ahí sí, hablé de cosas más personales con mis colegas. Algunos me dijeron que pensaron que era española. Claro, relacionaron: acento español con España y a pocos se les ocurrió “América Latina”. Están tan acostumbrados a los extranjeros –aquí hay varios colegas de: Italia, Polonia, Rusia, Pakistán, Australia, etc- que no llaman la atención. Cualquiera –no importa la raza- puede ser inglés porque hay de todo en este país. Creo que por eso hay tanta tolerancia y aceptación en Inglaterra, lo diferente no asusta.



Al medio día el ambiente ya no esta tan callado: la gente comienza a pararse, a salir de la oficina, a ir y regresar de la cocina. La mayoría va comprar comida (de preferencia que se coma sin cubiertos: sandwiches o wraps) y la comen frente a su escritorio, tal vez mirando el facebook o las noticias por 15 minutos y después, siguen trabajando. Algunos más relajados comen en la cocina (pero raramente hay más de 3 personas ahí a pesar de que es una cocina grande). Otro paréntesis: aquí trabajan, no vienen a socializar. Son muy eficientes pero se van al otro extremo. Por ejemplo, cuando alguien cumple años, el cumpleañero compra el pastel, lo parte y lo deja en la cocina. Los demás vamos por un pedazo de pastel y lo comemos…
¿dónde creen?.... sí, frente a la laptop!

Si tengo mucho trabajo o está lloviendo –ósea, muy seguido- tengo mi lunch a la inglesa (sí, frente a la laptop! ). Si hace sol y no tengo algo urgente que entregar, voy a comer al “parque” más cercano a mi oficina que, en mi caso, es un cementerio con un área verde incluida. A pesar de ser un cementerio siempre hay niños jugando, oficinistas comiendo al lado de las lápidas, personas paseando al perro... Y ahí, a 20 metros de la tumba de William Blake, me siento en una banquita y me como la comida -italiana, española, india, marroquí o thai- que compro en el mercado que hay a una calle de mi oficina (ventaja de Londres: encuentras comida de todos lados y muy auténtica, preparada por personas del propio lugar).



Regreso a mi lugar de trabajo y de postre tengo chocolates –suizos y “fairtrade” por supuesto- que me como mientras leo mis correos de nuevo. La otra mitad del día se pasa más rápido. Normalmente me pongo mis audífonos y escucho la radio por internet –de México- porque ya está en vivo el programa de “Ya párate” que me hace olvidar por un rato que estoy tan lejos de mi país. Muchos de mis compañeros usan audífonos mientras trabajan, cada quien concentrado en lo que hace, cada quien en su mundo.



Por ahí de las 3:00-4:00 me preparo un té (tengo de donde escoger: hay 6 tipos de té en mi escritorio y hay otros 10 en la cocina para todos). A las 5:10 me voy preparando para irme. Dejo las cosas pendientes en orden, pongo algunos “reminders” en el Outlook, mando los últimos correos, me despido de mi equipo y salgo. Como aquí SI SE SALE A LA HORA QUE SE DEBE DE SALIR, aun tengo toda la tarde para hacer mis actividades: ir al gym, ir a tomar algo, ir de compras, al cine…


En Inglaterra casi no hay tantos puentes como en otros países pero, a cambio, no hay “horas silla” y eso vale mucho más para mí.
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